Estos trazos los hacía con diferentes herramientas, como el carboncillo, la piedra negra, los pasteles, los rotuladores, las acuarelas u otros, y ya encontraba en ellos algo cercano al equilibrio del GesteBrut. Pero desde que me había mudado a esta nueva habitación, no tenía mucho espacio para guardar lo que producía. Así que, al darme cuenta de que tenía que encontrar una solución, decidí cambiar mis hábitos de dibujo.
Lo primero que cambié fue el tamaño de mis hojas. Volví a las pequeñas hojas A4, algo que se me había hecho difícil, pero que me permitía almacenar más dibujos con mayor facilidad. Elegí papel de impresora blanco, con un gramaje de 200 gramos por metro cuadrado, que me daba la sensación de una hoja real para dibujar, además de ofrecerme un soporte económico, que me permitía producir sin que el coste fuera una preocupación primordial.
Al mismo tiempo, cambié mis herramientas, prefiriendo un bolígrafo de punta negra, que me ofrecía algo sencillo y económico. Además, tenía una idea en mente, la idea era, con ambos parámetros, hoja blanca y bolígrafo de punta negra, poder tomar fotografías digitales de mis diversas producciones, y así poder almacenarlas por segunda vez, pero en formato digital, más transportable y compartible. Y también tenía la idea de que podría imprimirlas en hojas más grandes o más pequeñas, y que también podría añadir colores, u otras líneas, haciendo así una especie de base que podría evolucionar, al tiempo que transformaba el formato A4 en algo sin dimensiones. También imaginé que con este aspecto digital podría combinar diferentes dibujos entre sí. Por ello, mi forma de dibujar está estrechamente vinculada a los mundos de la reproducción, como el grabado o la serigrafía, así como a los mundos del volumen, la escultura y lo digital. Y esto hace que mis dibujos hechos a mano se conviertan en negativos fotográficos, a la vez que las impresiones se convierten en positivos fotográficos, tratando ambas formas como originales.
Otro hábito que he cambiado es el lugar y el momento de dibujar. Solía dibujar durante las sesiones con modelos en vivo, o en ocasiones puntuales. Con este tamaño A4 y el bolígrafo de punta negra, era fácil llevarlos conmigo todo el día, y como resultado me encontré con que podía dibujar todo el tiempo, cualquier cosa que pudiera encontrar en mi vida diaria, cuando me apetecía.
Otro hábito que cambié fue mi propia técnica de dibujo. Cuando estaba en el instituto, tuve un profesor de matemáticas que era ciego. Lo que más me impresionaba era su habilidad para escribir lecciones o dibujar gráficos en la pizarra. Con una mano ponía el dedo índice en la pizarra, que le servía de punto de referencia, y con la otra, provista de una tiza, dibujaba sus letras o las abscisas, las ordenadas y las distintas curvas, no de forma perfecta pero sí con la suficiente precisión como para asombrarme. Ella me inspiró para cambiar mi técnica de dibujo. En lugar de ir constantemente de un lado a otro de mi papel y del sujeto, intenté utilizar su técnica poco a poco. Además, esta técnica me permitió aprender un aspecto aleatorio, un aspecto aleatorio que se hacía eco del equilibrio de GesteBrut.
Estos diferentes cambios de hábito se produjeron simultáneamente, porque para mí sólo formaban una coherencia cuando se tomaban en su conjunto. Y vi en esta coherencia un cambio profundo en mi taller. Utilizo el término « taller » para referirme a mi lugar de producción, mi máquina de producción, mi tiempo de producción y mi lugar de almacenamiento. Por eso he mencionado antes el marco americano, antes de hacer la transición entre la pintura y el dibujo. El artesano tenía un taller, por eso podía pintar los bordes del marco americano. En la pintura lo que cambié principalmente fue mi aplicación, mientras que en el dibujo lo que cambié principalmente fue mi taller :